Imaginemos una actividad para la que se necesita un tipo de herramienta y como óptimo se busca que sea:
- Fácil de encontrar o hacer, incluso que se puede hacer en la zona, e incluso fácilmente replicable o adaptable.
- Barata
- Fácil de reparar, incluso por los propios usuarios
- Fácil de mantener y resistente a posibles riesgos en su uso (dureza, resistente a clima adverso, etc.)
- Culturalmente aceptable y asimilable
- Que supere en eficiencia y eficacia a tecnologías anteriormente empleadas para la misma actividad.
- Fácil uso o que el incremento de eficacia haga que compense el aprendizaje de uso a los posibles usuarios y usuarias (y se la apropien).
Una tecnología que cumpla estas características parece apropiada (tanto en el sentido de apropiación por quienes la vayan a usar como por ser adecuada para cubrir la necesidad para la que se va a usar). Pero mirad un par de ejemplos de tecnologías en la que yo estaba pensando que cumplen estas características:
Las características de más arriba son las más conocidas de lo que se ha dado en llamar tecnologías apropiadas o adecuadas. Pero, como seguro que ya imagináis, el debate sobre esta terminología ha ido generando nuevos conceptos como el de tecnologías con rostro humano, tecnologías intermedias, etc. http://es.wikipedia.org/wiki/Tecnolog%C3%ADa_adecuada
Sin embargo, en cualquiera de estos conceptos se está poniendo “en el centro” a la propia tecnología obviando en muchas ocasiones su propósito. De hecho, el adjetivo en estas denominaciones se refiere siempre a la tecnología, como si la propia tecnología fuera el fin (y no es lo mismo usar el fusil para proveerse de carne para conseguirla de forma más fácil y en menos tiempo que con una lanza, que usarlo para promover conflictos armados por el control de los diamantes de algún país africano...).
En el concepto de tecnología para el desarrollo humano (tpdh) se toma a la tecnología como un medio para lograr algo (y ese algo es el “desarrollo humano”, sea lo que sea eso ya que es un concepto en permanente discusión y crítica, pero que sí tiene que ver entre otras cosas con derechos humanos, igualdad de oportunidades, equidad, protección de personas y grupos vulnerables y acceso a servicios básicos y, algo quizás más importante, la soberanía individual y de cada pueblo y el derecho a la participación en la definición del desarrollo dada por el concepto de ciudadanía). De ahí la importancia de incluir este enfoque en cualquier acción de desarrollo donde se emplee tecnología en su sentido amplio (soluciones materiales y también metodológicas) y además no sólo en el ámbito de la cooperación internacional (que es donde inicialmente surgió e Ingeniería Sin Fronteras lo introdujo en su lema), ya que será muy importante también en investigación, cualquier tipo de transferencia tecnológica, etc.
¡Si queréis saber más del tema podéis mirar aquí!
Y dicho todo esto, ya que se está en proceso de cambio del lema de ISF (por una tecnología al servicio del desarrollo humano) me atrevo a proponer un nuevo lema que va más allá del “desarrollo”, ISF: por una tecnología para el derecho de las personas y los pueblos a definir su desarrollo. ¡SÍ HAY DERECHO!