Los idiomas no son creaciones intelectuales asépticas y puramente racionales, sino que en una gran medida son construcciones sociales. Esto significa que, aunque teóricamente todas las personas que pertenecen a un área idiomática pueden influir sobre la lengua de la misma manera, en la práctica los grupos que son socialmente dominantes terminan imprimiendo sobre el idioma rasgos de su dominio, ya sea éste económico, político, cultural o sexual, y utilizando la lengua misma para extender la ideología en que se funda ese dominio. De todas las ideologías o visiones del mundo que han impactado en las lenguas, es posible que el machismo sea la que con mayor amplitud y persistencia lo haya hecho. La subordinación en la que han vivido las mujeres respecto de los hombres (situación que, por desgracia, no ha desaparecido del todo) se ha reflejado en la morfología y, sobre todo, en la semántica. Se presentan también problemas sintácticos, como concordancias y expresiones colectivas, derivados del carácter genérico e inclusivo que se atribuye en muchas lenguas a los sustantivos de género masculino.
Esta distinción entre problemas semánticos, morfológicos y sintácticos se considera relevante. El lenguaje sexista impone desviaciones a los significados que pueden realmente alterar la percepción y la consideración de los significantes, y reforzar efectivamente el machismo. Algo similar sucede con las desviaciones morfológicas, que llevan al ocultamiento de la presencia en cierto ámbito de uno de los sexos (en la mayor parte de los casos, aunque no siempre, de las mujeres). Sin embargo, muchas menos desviaciones de corte sexista pueden darse en el campo sintáctico, y aun éstas serán de menor calado e impacto en la conciencia de los hablantes de un idioma.
Para el Libro de Estilo de ISF, un uso no sexista del lenguaje debe proponerse los siguientes objetivos:
- No contribuir a la discriminación de las mujeres respecto a los hombres (ni viceversa, si se llegara a dar el caso).
- Facilitar la visibilidad de ambos sexos en todos los ámbitos de la vida social.
- Mantener el valor comunicativo del idioma, lo cual implica, por ejemplo, esforzarse en facilitar la legibilidad de los textos.
- El primer objetivo es irrenunciable, pues pide no causar un daño, lo cual ha de cumplirse siempre.
- El segundo objetivo es deseable, puesto que contribuye a equilibrar la percepción colectiva de los sexos y de su papel social;
- El tercer objetivo es necesario para evitar que un lenguaje no sexista sea percibido por los demás hablantes como una jerga que se aparta excesivamente del habla general. Cuando eso sucede, la eficacia social del enfoque no sexista se pierde, pues un lenguaje percibido como artificioso o afectado difícilmente será incorporado por sus destinatarios a su propia habla. Aunque pueda parecer paradójico, señalar ostentosamente que se quiere superar una desigualdad puede convertirse a veces en un recordatorio permanente de la misma.
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