Hace unos días, del 28 al 1 de diciembre, gracias a la financiación de Cooperación Galega da Xunta de Galicia, me encontraba asistiendo al Congreso Nacional
del Medio Ambiente (CONAMA) en su XIII edición, cuyo lema aseveraba “La
respuesta es verde”. En dicho evento se desarrollaron sesiones técnicas, grupos de trabajo,
salas dinámicas, talleres y actividades especiales alrededor de nueve temáticas
principales. A lo largo de tres días he asistido a diversas sesiones técnicas
relacionadas con cinco de ellas: ‘energía, eficiencia y cambio climático’, ‘desarrollo
rural’, ‘economía y sociedad’, ‘agua’ y ‘residuos’.
En la sesión sobre ‘desarrollo rural’ participé como trabajo
en red de Enxeñería Sen Fronteiras, la cual llevaba como título “Agricultura,
suelos y cambio climático” y, como apuntaba el programa, tenía el objetivo de
mostrar la relevancia que debe tener en los próximos años la agricultura en la
lucha contra el cambio climático, tanto con iniciativas públicas como privadas.
En primer lugar, y para entrar en materia, el catedrático de
edafología Rafael Espejo Serrano de la Universidad Politécnica de Madrid, una
representante de la Oficina Española de Cambio Climático del Ministerio de
Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente (OECC-MAPAMA) y Nuria
Parpal, directora del programa LIFE CLINOMICS de la Diputación de Barcelona, definieron el marco general alrededor del cual se desarrollaría la sesión. Como
primera idea, latente a lo largo de toda la mesa, se comentó ampliamente la
grave problemática de la pérdida de materia orgánica de los suelos, abandonando
de esta manera el concepto de los mismos como almacén natural de carbono, tan
necesario en la lucha contra el cambio climático. Gran parte de este carbono
almacenado se pierde en forma de emisiones de CO2 a la atmósfera en
el proceso de aireación provocado por el laboreo. Por tanto, se toma como
alternativa acercar el ecosistema agrario al ecosistema natural, de cara a
conseguir un balance más cercano a la realidad… ¿Cómo? A través de la
denominada “agricultura de conservación”, basada en una mínima alteración del
suelo, una cobertura permanente y la rotación de cultivos, todo ello adaptado a
las diferentes zonas y sistemas de producción. En esta línea, se ha lanzado la Iniciativa
4x1000 (+ info) como plan de acción voluntario en el marco de la Agenda de Acción
Lima-París. Por otro lado, el programa catalán LIFE CLINOMICS (+ info), cofinanciado con
fondos europeos, es un buen ejemplo de una manera efectiva de fomentar la
participación, implicación y concienciación de entidades locales de los sectores agroforestal, turismo y pesca en la adaptación al cambio climático.
Tras esta primera toma de contacto, la siguiente mesa
consistió en la exposición de una serie de prácticas agrarias para la
mitigación y adaptación al cambio climático. En primer lugar, un representante
del Departamento de Producción Agraria de la Universidad Politécnica de Madrid
expuso diversas técnicas del cultivo tradicional. Seguidamente (en mi opinión
los minutos más interesantes de la sesión), se dieron a conocer diversos
Proyectos LIFE por sus propios representantes (coordinadores, investigadores o
responsables), tales como Operation CO2 (+ info), Regenfarming (+ info), Climagri (+ info), SOSTRICE (+ info) y AgriClimateChange (+ info).
Por último, y para fomentar diálogo y debate, tres
agricultores españoles hablaron de su amplia experiencia en llevar a la
realidad las técnicas expuestas anteriormente y tras años de trabajo basado en técnicas de laboreo. Destacaron el comienzo, el cambio de prácticas y técnicas
(en definitiva, el cambio de “chip”) como un proceso lento y duro, sobre todo
de cara a la polémica que desataron en su día entre los profesionales del
sector. Sin embargo, han expuesto con claridad, gran seguridad e incluso
cifras, los resultados de la agricultura de conservación, muy positivos en cuanto a conservación, buen estado de “sus” suelos y productividad, la cual, lejos
de disminuir, aumentó considerablemente tras el cambio. Además, han reflexionado
sobre temas vitales: la toma de conciencia del agricultor como gestor temporal
del suelo (no como dueño de él) y la importancia del conocimiento de las
consecuencias de las técnicas utilizadas para trabajarlo y sacarle el máximo rendimiento,
de cara a evitar “tirar piedras sobre nuestro propio tejado”.
1 comentario:
Luján, interesantísima entrada e información para ler con calma. Noraboa por este "papel de araña tecendo redes" de ESF
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